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Otoño y renacer

Comenzó de repente pero creo que venía cocinándose hace unos años… no se cuantos con exactitud. Escogí hablar del otoño porque todo se desató realmente en ésta estación. Hacía poco había leído que el otoño es la temporada más importante del año porque te muestra lo lindo que puede ser el proceso de dejar ir. Pues bien, mientras caminaba por las calles vacías de Frigento, mirando la inmensa naturaleza, aprovechando un aire puro, cálido y abrazador. En una soledad extraña que me hizo sentir fuertemente lo poderosa y a la vez aterradora que puede ser la soledad; ahí, en este pedacito de Italia entendí lo que esa frase me quiso decir y lo que el otoño iba a ser para mi. Ha sido, sin duda, una época extraña de describir, aun cuando lo he hablado con varios de a poquitos… eligiendo cuidadosamente qué decir o en qué contexto preciso hablar. He descubierto que no todos los que te oyen están realmente dispuestos a escuchar, sobretodo si con este acto viene el de recibir críticas o comentarios que no necesariamente resultan positivos. También he entendido que en el proceso de la escucha sobre las cosas dolorosas, la gente que lo quiere a uno busca siempre arreglarlo todo como si con eso pudiéramos evitarnos el dolor, logrando finalmente vivir “mejor”. Habrían de enseñarnos de chiquitos que el dolor y el sufrimiento son partes inevitables y necesarias de la vida.

No todo ha sido negativo, cabe aclarar. Y si he de escoger una sola palabra para describirlo debo decir que ha sido constructivo. Me traslado mentalmente a un podcast en el que Amalia Andrade (léanla), describe el proceso de madurez como el momento en el que uno como sujeto autónomo e independiente es capaz de gestionar su propio nacimiento… o re-nacimiento, sin que el que término o concepto tenga que ver en lo más mínimo con algo religioso. Es un proceso vertiginoso y meticuloso, éste de escoger con que si quiero seguir viviendo y que deseo desechar… entregando al universo todo aquello que no me pertenece y que hasta el día de hoy quiero cargar.

Colombia es un país lleno de cosas maravillosas, como su naturaleza y la grandeza que tenemos en poder dar una sonrisa sin tanta burocracia social. Sin embargo, también (como creo que es el caso de Latinoamerica), esta repleto de un sin número de nimiedades de reglas sociales que a largo plazo no logran sino joderle a uno la mente, el corazón y tantas otras veces, el autoestima.

En este tiempo en que me he cuestionado de lo más mínimo a lo más grande, he creado mi propia balanza de las cosas, experiencias, relaciones, reglas, comentarios, etc; que me cuadran y las que no. Ha sido un proceso duro de asimilar tanto para mi como para mis allegados. Sin embargo, creo que como dice Sofía Gómez, he aprendido a escucharme más a mi misma que al ruido alrededor. He entendido y experimentado en carne propia el miedo tan horrible que le tenemos al sufrimiento (incluso nosotros que llevamos a cuestas una historia altamente sangrienta y violenta), la necesidad exacerbada de arreglar todo, de controlar, de mejorar… en lugar de darle paso a que las cosas fluyan, a que el dolor salga, a que nos confrontemos sanamente unos con otros pero también con nosotros mismos. He visto y sentido, lo que el amor reparador puede hacer, ese que baja la guardia cuanto entiende que la existencia del mismo es la mejor herramienta para poder continuar.

Irónicamente y luego de haber recorrido tantas culturas y lugares, fue en casa de mis padres, donde entendí quién quiero ser en esta nueva vida. Y la llamo nueva de manera irónica porque, igual que muchos otros que me han observado de cerca y de lejos, parece que todo en mi vida hasta el día de hoy hubiera sido una leve mentira. Una vida que se vive mientras comienza la parte que en verdad vale la pena vivir. Esa que se llena de una serie de expectativas que nadie te pregunta si quieres cumplir o no en la infancia, ni en la adolescencia, ni nunca. Y así se arranca, desde que nacimos, con una idea de las cosas en las que debemos convertirnos con el paso del tiempo… y todo aquello que ocurra en dicha espera, será una aventura pasajera. No quisiera entrar en cuestiones hetero-normativas de las cuales miles de autores han hablado (aprovecho la cuña para que se lean “Tirar y vivir sin culpa de Maria del Mar Ramón”, nada de lo que diga podrá describirlo pero ha sido el libro que más rápido he leído en mi vida). Y no lo hago porque creo que ambos géneros hemos sido víctimas de lo mismo en términos de expectativas, unas más severas que otras sin duda, sin embargo, a todos se nos ha vendido qué debemos y cómo debemos ser. Graciosamente, nadie explica cómo se las quita uno de encima o cómo carajos se lidia con ellas una vez uno no entra en el estándar. A pesar de todo, hay algo que sigue llamándome la atención y que fue bastante claro en mi existencia tardía en este mundo; y me refiero al poder y a la fuerza que tienen la unión y el amor colectivo.

Esta idea de que el amor viene en una sola forma y que dicha fórmula es la única que va a salvarlo a uno (especialmente si uno es unA), ha sido en mi vida una grandísima frustración y la causa de una reciente entrada al mundo de la ansiedad y la depresión. Me ha tomado 30 años de experiencia humana entender que tal y como lo dice Jorge Drexler, el amor se transforma. De una persona a otra, de un objeto a otro, de una experiencia a otra, el amor nos atraviesa a diario y sería altamente desagradecido de mi parte, luego de ver tanta miseria y tristeza en el mundo, no reconocer que también he presenciado el amor en todas sus formas posibles. Viniendo de quienes menos me lo esperaba, de quienes menos conocía… el amor muchas, muchísimas veces me ha tocado la puerta en forma de ángeles a los que he denominado de tal manera porque han entrado a mi vida a regresarme el amor infinito que de alguna u otra forma le he dado al mundo. Proceso maravilloso, que cierra ciclos o mejor dicho, los extiende.

Este amor que me he permitido entender y reconocer no es exclusivo mío, es como lo llamó Giulita: el motor de la vida que debemos almacenar para cuando se nos esconda y las hordas de la toxicidad de nuestra sociedad, no nos permitan verlo ni sentirlo. En el camino de reconocimiento del que les estoy hablando he reencontrado el poder inmenso que tenemos las mujeres cuando nos unimos, cuando como dice Maria del Mar Ramón (cuña #2 pal libro), resistimos en conjunto, unidas; jugándole la vuelta de arepa al macabro discurso de que las mujeres no pueden construir juntas por el simple hecho de haber sido criadas como competencia. Que poder más ridículo le hemos dado a la sociedad, al dejarla apoderarse de este discurso que busca separarnos, mujeres, antes de reunirnos para construir mundo entre y para nosotras mismas. En este mundo, que parece burbuja, que he logrado construir de ceros, mis amigas: Las brujas, han sido grandes aliadas. Las llamo brujas porque como vi en una ilustración un día: somos las que sobrevivimos a todos los que quisieron quemarnos y aniquilarnos. Ha sido aprendizaje y responsabilidad el reconocerme en cada una de ellas, en nuestras luchas y victorias tanto internas como las que no. Reconocer nuestras flaquezas y lo importante que ha sido encontrarnos en conjunto, en medio de nuestra vulnerabilidad, dándole poder a la misma para elevar nuestro discurso transformador. A este grupo potentísimo al que llamo Las Brujas, entran todos los sabores, colores, estaturas, culturas y definiciones. Han sido como mi familia y otras han sido también familia: mis primas, mis tias, mi madre preciosa, mis abuelitas, mis colegas, mis amigas de la infancia, mis jefes, mis vecinas, mis compañeras de apartamento… todas y cada una con su experiencia de vida me ha enseñado una partecita con la que he crecido. A uds, les debo este cambio, este renacer maravilloso.

Antes de cerrar y no por ser más importante, le agradezco a la feminidad en los hombres de mi vida. A su capacidad de reconocerse como entes femeninos hábiles para mutar sus preconcepciones de género, entendiendo que en ninguna medida afecta o pone en duda su género o su auto-reconocimiento como hombres (dejando esta definición también abierta y lejana de los estereotipos básicos y obsoletos). A mi padre, mi negro, Alejo, mis amigos, mis parejas (las buenas y las que me enseñaron tanto), mis primos, a los cercanos y los lejanos. Al universo entero por haberlos puesto en mi camino.

Creo que es el post más honesto y largo que he escrito hasta hoy. Espero que mi honestidad le sirva a quienes nos encontremos en ésta búsqueda y renacer.


Mis queridos, <3 amen hasta que les duelan los cachetes y no les pese la existencia.

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