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El eterno aprendizaje


Rosi llamó el Lunes tipo 7 de la noche de aquí. Dijo “bebita llámame urgente” y un frío helado me cruzo del pecho a la espalda. Su voz sonaba cortada y difícil, era una de esas llamadas. Esas que son el miedo más grande que tienes cuando te vas. Esas que te dicen que la vida como tu la dejaste ha dejado de existir. Que han sucedido cosas, eventos y la vida con los tuyos se ha quebrado. Te recorre un miedo enorme y una frustración aún más grande no estar ahí. No poder hacer el duelo con los tuyos. Yo he perdido a una de mis personas favoritas en el mundo, y por más que todos intenten consolarme, aquí no hay nadie que lo entienda. Nadie que hubiera escuchado sus chistes y desparpajo, que nos hubiera acompañado en uno de los tantos asados que le gustaba organizar. Nadie que hubiera probado ese guacamole que nos comíamos sentados en el patio de la casa de faca mientras sonaba Julio Jaramillo de fondo. Mi tío , el negro, el alto, el chistoso, el que me besaba la frente con un “cómo esta mijita” cada vez que nos encontrábamos. Ese que se burlaba de todos y todas. El que le sacaba chiste a cada situación por trágica o alegre que fuera. Uno de los míos. Es complejo estar lejos y no entender cómo hacer un duelo digno de él. Uno que me haga sentir que estamos tomándonos ese último whisky. Uno que me pueda hacer reír de sus chistes, como lo hicimos tantas veces. Uno que se sienta tan cierto… uno que me ayude a dejarlo ir... Pensé en escribir, porque a el le gustaba leerme, siempre comentaba lo que posteaba y me preguntaba sobre las cosas que escribía. En ir a pescar que a él le encantaba, sin embargo, yo nunca aprendí cómo. Siento unas ganas reprimidas y enormes de irme a una montaña a caminar como también lo hicimos en tantas ocasiones, sin embargo, aquí no hay nada montañoso que se asemeje a sus paisajes favoritos. Quisiera volver a la manigua, a meterme en esas canecas azules que hicimos piscina por unos años. Volver a su casa que tanto le gustaba visitar. Cuando pienso en eso, en él y en nuestros recuerdos, una avalancha de memorias vienen golpeando fuerte, una avalancha que tiene todas las fuerzas de tumbarme. Una que más que tristeza me trae cientos de risas y buenos momentos. Se que una de las cosas que mas rabia le daría sería vernos tristes… diría “mija esa es la vida, hay quienes se van y otros quedan”. Al menos todos los que tuvimos ese placer grandote de conocerlo sabemos que gozó cada segundo que tuvo. Y entonces entiendo, que parte de ese proceso de dejarlo ir consiste en pararse de frente a la avalancha y tomarla como un gran regalo porque te recuerda todas las veces en que fuiste feliz. Chavela Vargas escribió que: “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amo la vida. Y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas”. Yo encontrando esos sitios me lleno de fotos y videos, de volver a escuchar la voz de el, su risa… y ahí uno entiende que esos sitios donde amo la vida, estaban muchas veces llenos de la gente con la que se amo esa vida. Esa gente que cuando se van, dejan una estela de dudas no resultas y un amor profundo que parece quedar a la deriva. Hoy a mi modo, me despido de él sabiendo que en el camino de lo incierto nos iremos viendo.

Mi tío <3



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